Se calcula que cada año más de tres millones de niñas con edades comprendidas entre los 0 y los 15 años corren el riesgo de sufrir mutilación genital femenina (MGF) y que, en la actualidad, son más de 200 millones de mujeres y niñas que han sido objeto de esta práctica tradicional nefasta. Esta práctica atenta contra los Derechos Humanos, el derecho a la libertad y los derechos sexuales y reproductivos de las niñas y mujeres.
Aunque actualmente existe una regulación al respecto por la cual en la mayoría de los países ya está prohibida, la erradicación total de la mutilación genital femenina resulta complicada. Por un lado, nos encontramos con la permisividad y laxitud por parte de los Estados implicados que no la consideran una violencia machista y no se llevan a cabo programas integrales. Y por otro, nos topamos con factores socioculturales y un fuerte arraigo en costumbres ancestrales por parte de la población. En esta línea se encuentra Mali donde, a pesar de que existen varios programas dirigidos tanto para la eliminación de esta práctica como para la identificación de distintos tipos de violencias, no existe una legislación que prohíba y condene explícitamente la mutilación genital femenina, pese a tener distintos convenios firmados y ratificados a nivel internacional.
Una vía posible a seguir es apelar a las autoridades competentes e incidir en que éste no es un problema perteneciente sólo al espacio privado, sino todo lo contrario, es un problema social y político. Los derechos de las mujeres son Derechos Humanos y no están siendo respetados, ya que dichas mujeres están expuestas a la violencia de una manera impune, siendo sus derechos vulnerados de forma masiva y sistemática bajo la excesiva permisividad por parte de los responsables. Por eso, es necesaria la participación e implicación de las autoridades, líderes/esas y administraciones competentes para sensibilizar a las comunidades contra la práctica de mutilación genital femenina, ya que esta es una forma de violencia machista. En una sociedad patriarcal tan arraigada en todos los niveles y donde los roles de género están muy marcados, es de vital importancia revisar en el imaginario colectivo para entender cómo mujeres y hombres identifican las violencias. ¿Qué tipos de violencias se reconocen como tales? ¿Cómo se recogen? ¿Existe una aceptación o naturalización sobre estas? ¿Cómo se perciben en las distintas comunidades? […] Seguir leyendo la BoletinA
